Comunidades migrantes y la diplomacia pública

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Cada domingo mientras cruzaba por una emblemática plaza de una ciudad canadiense sentía como si estuviera caminando por una de las plazas de Bolívar  en Colombia. Con palomas por todas partes, niños y niñas jugando, visitantes conversando o tomando fotografías, un carrito de comida e incluso por el simbolismo de espacio público político de libertad. Sin embargo, desde hace un par de domingos en esta plaza canadiense también ha hecho presencia una comunidad migrante que busca compartir su descontento por un hecho trágico ocurrido en su país natal a través de imágenes, insignias y banderas. Las manifestaciones han continuado en otras ciudades, mientras diversas perspectivas al respecto se han ido instalando en las noticias locales y en la cotidianidad canadiense.

¿Pueden estas manifestaciones de connacionales en el exterior incidir en lo que sucede en su país natal? Esto es posible. En la actualidad este tipo de acciones por las comunidades migrantes sigue creciendo, así como su relevancia en la construcción de las políticas exteriores de los países de origen y de las sociedades multiculturales que se prevén en todo el mundo por efecto de la masificación de la migración que está ocurriendo en este preciso momento.

Una lectura al respecto la proporciona la llamada diplomacia pública. Bajo esta área que emergió dentro de los Estudios en Relaciones Internacionales y Estratégicos para facilitar la gestión de la ‘imagen’ en el exterior de los Estados, se advierte que es primordial visionar a los colectivos migrantes como sujetos protagónicos de la política exterior de un determinado país.

Esto se debe a que buena parte de la ‘imagen’ internacional de un país depende de los vínculos construidos con los connacionales en el exterior, así como de su capacidad de agencia respecto a unos objetivos de posicionamiento del país en la comunidad global.

Si bien la diplomacia pública ha tenido diversos enfoques desde mediados del Siglo XX durante la Segunda Guerra Mundial, y más adelante, en la Guerra Fría cuando fue acuñada como práctica de persuasión de públicos entre las potencias rivales. En lo que viene del presente milenio, con el avance de las tecnologías digitales, la configuración de redes trasnacionales de población migrante de distintos niveles y la persistencia de los contextos de polarización mundial, en contraste a la diplomacia pública, basada en el quehacer exclusivo de las estructuras y agentes estatales, surgen enfoques complementarios basados en otro tipo de relacionamientos entre los países y sus connacionales.

Entre estas perspectivas surge una nueva diplomacia pública donde la definición de las estrategias internacionales y la construcción de la política exterior de un determinado país, pasa necesariamente por ejercicios de acción colectiva que den cuenta de las perspectivas sociopolíticas, económicas, culturales, territoriales y ambientales de las comunidades migrantes, así como de sus capacidades de agencia diplomática.

Puede llegar a ser tan amplio el alcance de las acciones de diplomacia pública por parte de las diásporas como sujetos no estatales, que mediante su participación organizada es posible replantear patrones de posicionamiento basados en perspectivas asimétricas entre los países, por ejemplo aquella en la que se difunde un mal llamado tercer mundo ‘inseguro’, frente a un primer mundo que no lo es.

En la actualidad, las manifestaciones de diplomacia pública siguen siendo  incipientes en lugares como Latinoamérica. Si bien en esta región ha habido acciones culturales, gastronómicas, deportivas, comerciales y de incidencia política relacionadas con población migrante, refugiada y exiliada, con elementos propios de la diplomacia pública, es un campo potencialmente abierto para impulsar acciones binacionales que inspiren la participación democrática, la protección de derechos humanos, la inclusión social y las economías conscientes en los pueblos latinoamericanos como pilares de su posicionamiento global y el de sus connacionales en el exterior.

Adriana M. Medina Carrillo
Canada-03-10-22

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Adriana Medina

Doctora en Derecho de la Universidad del Rosario. Abogada y magíster en Derecho de la Universidad Nacional de Colombia. Su especialidad son los estudios sobre migraciones forzadas, construcción de paz, memoria histórica y derechos desde abajo. Ha realizado acompañamiento a iniciativas de la sociedad civil y de comunidades de población migrante, refugiada y exiliada en Colombia, Ecuador, Estados Unidos y Canadá. Es autora de los libros Repensar los derechos de los migrantes desde abajo, y, Despolitización y resistencia en la paradoja del refugio.
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